11.2.09

ciudad falsa I


Caballo mudo en la ciudad, las plazas decoradas con caballos inservibles de carruseles hechos en algún país del este aunque puntos cardinales no conozca la ciudad, tope alazano inmóvil, ser nadie para tener su placa de bronces, o un extraño busto plantado por el municipio en ocasión de la nostalgia o de la lástima, porque al que prometía como el mejor guitarrista de la ciudad falsa, le amputaron la mano izquierda. El hombre que se encarga de la limpieza de los maniquíes es un misógino, lo puedo decir esto en la ciudad falsa, o con un párrafo así comenzar un novela, en la avenida primera donde un hombre gordo con facha de artista, acaricia de manera sospechosa un maniquí, el maniquí venido de india, en la tienda a la que nunca he querido entrar, muerta, abandonada, siempre me veo en sus ventanales, con mi cara entre el dolor y la sorpresa por el ciego que raja la visión de una ventana falsa y canta sombras nada más canta ciego, sombras nada más, el ciego también es el maniquí ciego en la ciudad. Así son las cosas aquí, nadie recoge las mesas en los comercios, porque todo es arte, barato y en decadencia, pero arte, las cosas se pudren en las mesas, formaciones que huelen pésimo, no son necesarios los museos en la ciudad. Las paredes se han construido para siempre en la ciudad falsa y todos estamos empeñados en no limpiarlas nunca. Los nombres de las calles son nada, y de las plazas son nada y cambien ya con la llegada del invierno, una calle alguna vez tuvo mi nombre y es posible que esto se repita, porque ser anónimo es un nombre deseado en la ciudad falsa, parentesco obligado con el mundo vegetal, las voces de todos son nada, escucho el viento, y por esta música de improviso es famosa la ciudad falsa, en su falso rescate de una colonia imbécil, la ciudad un instrumento desafinado y a pesar de todo es habitada, ¿por quién es habitada? se diría más que por perros literarios, por nosotros.

  • foto de Pablo (pa variar)